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Foto: http://www.jeuneafrique.com

Lo que pasó en Ruanda hace 20 años es inimaginable. Pero ¿cómo llegamos a tales horrores, a tales atrocidades?

Los etnólogos acuerdan hoy en decir que Hutu y Tutsi no son etnias diferentes. Fueron los colonizadores alemanes, y  luego los belgas, quienes las diferenciaron y clasificaron en función de su físico, sector de actividad, inteligencia y otros criterios artificiales. Así asentaron la base de las diferencias entre Tutsi y Hutu, considerando a los primeros como superiores a los segundos, físicamente e intelectualmente. En la organización colonial, los Tutsi fueron privilegiados. Tenían acceso a los puestos más importantes como ser los de la administración colonial.

Estos colonos sembraron las semillas de uno de los genocidios más sangrientos y más intensos de los tiempos modernos.

1959 es la fecha clave en el conflicto ruandés: Los Tutsi reivindican su independencia. Es entonces que Bélgica revierte su alianza y favorece a una élite Hutu. La monarquía Tutsi se hunde y  los Hutu toman el poder en el seno de una república étnica. A partir de allí, a medida que transcurre el tiempo, observamos matanzas y pogromos que provocan la huida de miles de Tutsi, antes de sucumbir en el caos  del genocidio.

El deber de memoria es un deber moral que incumbe a los Estados. Se trata de recordar, a fin de resistir a la amnesia colectiva, los sufrimientos sufridos por ciertas categorías de la población en el pasado. Pero tanto más importante  es recordar, cuando ciertos Estados tienen una cuota de responsabilidad.

Ahora bien, Francia hasta ahora, jamás reconoció su cuota de responsabilidad en el conflicto ruandés. Sin embargo, la mayoría de los investigadores han encontrado pruebas en lo tocante a una complicidad entre París y el régimen criminal de Habyarimana de aquél entonces.

En cuanto a Francia, como bien lo recuerda el editorial de Mediapart de este lunes, 7 de abril:

«Francia, es decir su presidencia, su gobierno, su Estado y su ejército, fue cómplice del genocidio ruandés. Porque por mucho tiempo sostuvo y armó al poder que lo planificó, porque formó a los civiles y militares que lo ejecutaron, porque se casó con la ideología racista (…) que lo animaba, porque no intervino para impedirlo, porque dejó sin defensa a las poblaciones que le pedían protección, porque incluso facilitó la huida de los genocidas (sic) al Congo vecino«.

Otro punto chocante del genocidio ruandés, es el silencio de la comunidad internacional respecto al tema. Pero sabemos que el silencio es igualmente cómplice y el peor aliado de este tipo de situaciones. Un silencio que el pueblo ruandés no olvidará jamás, porque ningún pueblo se ha salvado de las matanzas a pesar de los numerosos gritos de socorro que han sido lanzados.

¿Por qué un tal “laisser-faire”? Podemos suponer que un indicio de respuesta se encuentra en la Historia. El genocidio ruandés desestabilizó toda la región de los Grandes Lagos, una zona muy rica en recursos minerales. El más rico en este asunto es sin duda alguna el gigantesco vecino de Ruanda, el Congo (RDC). Los sucesos de 1994 iban a mostrar que Ruanda y la República Democrática del Congo iban a tener un destino unido. En efecto, el desbordamiento del genocidio en la RDC ha, de antemano, favorecido el saqueo de los suelos congoleses. En ese contexto, nuevamente, se produjo una matanza  que aún tiene lugar, bajo los ojos indiferentes de la comunidad internacional. A los 800 000 masacrados por el genocidio ruandés, hoy  sumamos cerca de 3 millones más en la República del Congo.

¿Es por temor a perder influencia sobre la región que, más o menos inconscientemente, ciertos países occidentales aceptaron que tuviera lugar semejante tragedia?

En 2000, Bélgica oficialmente pidió perdón al pueblo ruandés y reconoció su parte de responsabilidad en el conflicto.

¿Pedirá Francia algún día perdón a Ruanda, como lo hizo Bélgica?

Eso esperamos.

«Los 100 días que no conmovieron al mundo«. Les propongo ver este documental de 20 minutos realizado en 2012 que no aborda la complicidad de Francia en el conflicto ruandés pero que sigue siendo, a mi juicio, muy interesante.

L. Salvador

Traducido del francés por Carolina M.